Carta a Diciembre

Diciembre:

Ayer llegaste, pesado, cargado de expectativas. Albergas a la fiesta más importante de occidente: Navidad. 

Cuando era niña te esperaba ansiosa, me deslumbraban las luces, la fiesta y los regalos. Ahora vienen a mi mente muchas preguntas: ¿Por qué esperar a que llegues para agradecer? ¿Para abrazar a los seres queridos? ¿Para reunirse con amigos que no hemos visto en el transcurso del año? ¿Para mostrar un poco de caridad? 

No entiendo ese afán de llenarte de colores, bullicio, comida y felicidad comprada en una tienda departamental a meses sin intereses.

Te compadezco, supongo que es difícil cumplir con las expectativas de millones de personas. ¿Sabías qué el estrés aumenta justo con tu llegada, especialmente durante las fiestas navideñas?  No es para menos, el tráfico aumenta, hay gente por todos lados, vivimos más deprisa que durante el resto del año, corremos para llegar a las tiendas a comprar regalos para nuestros seres queridos ¿Por qué no regalar tiempo de paz y tranquilidad en familia? ¿Por qué saturar la agenda de eventos? Cuando estás por irte yo me siento agotada y en ocasiones enferma, disculpa que te lo diga, pero ayer, lloré en cuanto llegaste, aún lloro mientras te escribo estas palabras.

Me siento agobiada de cumplir con tantos compromisos, mi sueño comienza a verse afectado, y lo más triste es que el objetivo principal que rodea a tu existencia e importancia se va escondiendo más y más entre el cúmulo de compras, prisas y pendientes por hacer.

Me gustaría que todo fuera más simple, como aquella noche, hace más de dos mil años cuando nació Jesús. Llegó al mundo en silencio, sin alboroto. ¿En qué momento convertimos ese acto de amor en una romería? A veces pienso que Jesús es el más olvidado durante su festejo.

¡Ay, querido diciembre! Te agarro de paño de lágrimas, que injusta soy, pues no eres culpable de nada, eres una víctima más del consumismo y egocentrismo que se apodera de la humanidad durante tu paso por el año. 

Quiero vivirte con calma en la intimidad de mi hogar y acompañada de mis muy amados, parece que ese deseo solo se cumplió el año pasado, el ritmo ajetreado de la vida no da tregua, es implacable, y aquí estoy con mi máscara de felicidad esperando tu presencia en mi vida no me deje con muchas heridas ni mucho daño.  

No es momento aún de despedirme tenemos treinta días por delante, puedo decirte, que no espero nada, solo que seas compasivo conmigo, regálame un poco de alegría auténtica y cariño sincero. 

Macrina.

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