El Sosumi y yo

Todas las mañanas empiezo un ritual para trabajar. El inicio a mi jornada es algo que me emociona demasiado: el dulce ruido de mi máquina al encenderla. Tiene una duración aproximada de tres segundos y tres notas que me hacen volar la imaginación a muchas cosas, me hace recordar la primer computadora Macintosh que usé en el trabajo, e inmediato viajo a la agencia que fue mi madre laboral, me voy a Álvaro Obregón 151; la casa porfiriana que me recibió durante algunos años y en donde tuve a cargo muchos proyectos que me llenaron de orgullo.

Es un sonido icónico llamado Sosumi, que había desaparecido en Apple y que afortunadamente regresó creo a partir del 2016, en mi Mac actual estuvo desconectado por un año. Tuve que enviarla a hacer una actualización de memoria y cuando regreso del taller de reparaciones, sonó y fue como despertar de nuevo a la magia creadora de Steve Jobs. 

Me encanta sus particulares notas que encierran tanta historia, tantos recuerdos de trabajos y proyectos realizados en compañía de una Mac.

Hoy con todas estas memorias me doy cuenta que me siento orgullosa de mi profesión, de ser generadora de empleos, de crear constantemente, de no estar quieta, de ser proveedora, de tener gente que a pesar de que han pasado muchos años de conocernos me vuelvan a buscar para que yo desarrolle un proyecto.

Me gusta mucho mi trabajo, me siento orgullosa de que el término de mi contrato más reciente sea por un exceso de creatividad y no de falta de experiencia o logros.

Me siento muy feliz de ser lo que soy, de todo lo que he logrado, creado, abandonado, dejado, editado, diseñado, producido con mis manos y mi creatividad. Que mejor que recordármelo después de perder un cliente durante estos dos años de pandemia. Estoy segura que la puerta cerrada abrirá una más grande que aún no puedo descubrir, pero sé que pronto llegará.