Eras introvertida e insegura mi querida Marta, débil y frágil como ese corazón que en mala suerte te tocó. Cuando eras pequeña no podías jugar con las demás niñas, te cansabas muy rápido, te hicieron a un lado. La Marta adolescente temía enamorarse, tu pequeño corazón no latía lo suficiente ante los estímulos románticos. ¿Recuerdas cuando te desmayaste a los pies de Rubén?.
“Marta, tu corazón late muy despacio, necesitas un marcapasos, eres muy joven para tener una vida limitada.” El doctor Reyes explicó en un tono muy serio que ese pequeño dispositivo estimularía tu corazón para que funcionara de manera regular. Aceptaste los riesgos de la cirugía.
Una fría mañana de enero ingresaste a quirófano. La operación fue un éxito. Un leve brillo se percibía a tu alrededor, no eran las luces de los múltiples aparatos a los que estabas conectada, eras tu quien brillaba. Despertaste, tus ojos se veían vivos, dejaste atrás esa mirada triste y apagada, tu piel y cabello resplandecían, daba la impresión de que, por primera vez corría la sangre por tus venas.
Saliste del hospital llena de energía, con ganas y entusiasmo de comerte el mundo de una mordida. No solo cambiaste físicamente, comenzaste a actuar segura de ti misma, te atreviste a hacer cosas nuevas y diferentes, te aventaste de tirolesas, volaste en parapente, manejaste a alta velocidad, probaste nuevos platillos, dejaste tu antiguo y aburrido trabajo y lo cambiaste por un puesto en relaciones públicas donde tratabas con decenas de personas al día, la antigua Marta rehuía al contacto humano.
El cambio más significativo fue la manera de relacionarte con los hombres, antes te asustaban sus voces, buscabas la manera de ser invisible para ellos.
Eras una mujer nueva, Marta, la del marcapasos. Salías a ligar, no te importaba la edad, estatura o nivel económico, la única condición que tenías era su habilidad para besar, si un chico era mal besador lo descartabas inmediatamente.
No te gustaban los besos de piquito, tampoco aquellos con mucha saliva, huías de los besadores que querían comerte viva ya que abrían demasiado la boca, pensabas que un buen beso no se forza, sale de manera natural y espontánea.
Estabas tan feliz con tu nueva vida que no te diste cuenta que dentro de ti, tu nuevo pasajero, ese que ayudaba a tu corazón a sentirse fuerte, ardía de celos, tu marcapasos vibraba de enojo cada vez que besabas a alguien, tu corazón respondía de manera natural a los estímulos físicos y sexuales, aceleraba el ritmo cardiaco, pero la vibración del celoso marcapasos hacía que latiera más rápido de lo normal, no estabas acostumbrada a sentir esos latidos tan rápidos y pensaste que era parte de la nueva condición de tu corazón.
¡Ay ese marcapasos tan celoso! Fue tu salvación y ruina.
Un de fin se semana conociste a un chico, se llamaba David, era músico, esta vez fue diferente a las conquistas fugaces, se veía la ilusión en tus ojos y tu voz sonaba alegre. Estabas enamorada. Disfrutabas mucho su presencia y sus besos. ¡Ahhhh! ¡Sus besos! Todo tu ser se derretía con solo recordarlos. El marcapasos se retorcía de coraje, tu corazón se aceleraba cuando te encontrabas con David, creías que era parte de estas nuevas emociones, del amor que comenzabas a sentir por él.
Fueron semanas maravillosas a lado de tu nueva pareja, no te importaba sentir el corazón cada vez más acelerado. Una noche al llegar a casa, David tomó tu cara con ambas manos y te besó, fue un beso tierno y a la vez firme, sus labios se sincronizaron perfectamente con los tuyos, tus piernas comenzaron a temblar, sentiste ganas de llorar de alegría y amor. El marcapasos no pudo más, los celos eran demasiados, de repente, el pequeño marcapasos salió de tu pecho entre vísceras y sangre.
David asustado y confundido pensó que esa experiencia era digna de escribir una canción, la titularía: Marta tiene un marcapasos.