Hace unos días, una amiga me mandó esta frase: «La rapidez que es una virtud, engendra un vicio que es la prisa». Me llega justo en un momento en que estoy meditando sobre la velocidad con que vivo.
En mi ciudad, León, decidieron poner radares para cazar a los conductores acelerados. Por lo general, suelo manejar sola, pero hace como quince días venía con mis hijas y me señalaron los lugares donde están esos chismosos sensores. También me hicieron notar que mi pie pesa en el pedal, así que quizá ya tengo más multas que años de vida. Desde ese día, el tema de la velocidad me persigue.
Me he dado cuenta de que siempre estoy acelerada, como si estuviera compitiendo contra el tiempo. La prisa me ataca a cada rato. Es como una obsesión por exprimir el día al máximo, hacer mil cosas, no desperdiciar ni un minuto, atenerme a una agenda que parece la lista de pendientes de una mujer muy ocupada y también muy distraída para sacarle verdadero jugo a la vida. Hora de comer, de trabajar, de planear, de taller, de junta, de descansar, de leer, de hacer pagos, de cita médica, de llevar a una hija por allá, de comprar esto, de cobrar aquello, de revisar emails, de revisar pendientes, de hacer cuentas, de visitar a fulana, de llamar a mengano, de clase de no sé qué, de reparar tal cosa… Y así sigue la lista todo el día, todos los días.
¿Cuál es mi prisa? ¿Qué prisa llevo?
He decidido bajarle al ritmo. Después de escuchar al Dr. Mario Martínez, médico dedicado a estudiar a personas mayores de 100 años, me llama la atención la importancia de más que hacer mucho, se trata de hacer cosas significativas; más que aprovechar el tiempo, se trata de disfrutar del tiempo. Para eso, he de bajar las expectativas, dejar de cumplir objetivos continuamente, para tener espacios de disfrutar de lo que sea, ya sea mucho, poco, importante o lo aparentemente insignificante. Cuenta el doctor que un señor de ciento y tantos años planta un árbol para verlo crecer. Deja de ser trascendental si tardará mucho o poco, si lo verá él o no, disfruta de plantarlo y aun con su edad, sabe que hay que esperar a que crezca. No tiene prisa ni está pensando cuándo va a morir, sino en vivir el momento.
Me propongo incluir más ratos de ocio, de ese ocio de verdad. Sin planear nada, sin hacer nada. Porque incluso el descanso parece que debería ser algo productivo, terminar una serie, escribir un texto, pintar un cuadro, encontrarme con una amiga a una hora exacta. Quiero momentos sin planificación, sin expectativas, simplemente estar. Estar sin un celular en la mano, sin una pantalla frente a mí y sin ninguna misión o tarea que completar. Esos sí serán bocanadas de aire puro. Desenchufarse y a disfrutar de la nada. Sin culpas de vivir el ocio. Sin recordar el tiempo.
Había un ejercicio de hipnosis que se hacía en dos minutos de tiempo real. El primer minuto destinado a crear la sensación de que hay muchísimo tiempo para recorrer con pies descalzos un río donde el agua corre lento y puedes escoger piedras, todas las que quieras y ponerlas en un costal. El segundo minuto para crear la sensación de urgencia y prisa, pues no hay tiempo suficiente para recoger piedras en un río de corriente rápida. Al salir de la hipnosis, las personas no se dan cuenta de que en ambos momentos fue en realidad el mismo tiempo, solo cambió la sensación del mismo por el lenguaje que se usó, por la idea creada del tiempo. Por escuchar, «no hay tiempo, tienes prisa» o por escuchar, «tienes mucho tiempo, no tienes prisa». Un minuto esperando puede ser eterno y un minuto de prisa puede pasar volando.
Cada minuto dura lo mismo, en uno está cómo vivirlo. Así la vida. Corriendo se hace menos. Corriendo nos tropezamos más. Vayamos despacio para errar menos. Vayamos tranquilos para disfrutar más.
Después les cuento mi deuda, la de multas, como sea la he de pagar. La que adquiera conmigo misma, en minutos de calidad que se me escapen, está más difícil de enmendar. Mejor a ver si aprovecho la elasticidad del tiempo, para que no se me vayan más.
Cada sensor de fotomultas me lo recuerda.
3 comentarios
Añade el tuyo →Excelente! Toda la razón. Gracias
Maravillosa reflexión/ensayo sobre la prisa. Muchas gracias por obligarme a hacer una pausa.
A vivir un presente consciente. Gracias.