Hace diez años cuando llegamos a la ciudad no conocíamos nada ni a nadie. Me parecía un lugar árido y caluroso. Llamaron mi atención árboles despeinados y espinosos que revestían cerros y planicies.
Nuestros hijos cursaban grados en primaria, secundaria y bachillerato. La prioridad era encontrar una escuela que los acogiera. La mudanza familiar fue más a fuerza que de ganas. Obedeció a motivos laborales. Éramos cinco forasteros en el bajío.
Todas las recomendaciones nos llevaron a las puertas de un colegio respetado y muy querido por la comunidad.
No podía creer que fuera tan grande.
Parecía una ciudad.
Mi hijo menor entró llorando al examen de admisión. Extrañaba su antigua escuela.
La de en medio era una adolescente enojada. Cualquiera lo estaría si tuviera que dejar a sus mejores amigas 360 kilómetros atrás.
Temía que mi hijo mayor no se adaptara al último grado de preparatoria. ¡Su generación tenía una población de más de 200 estudiantes!
Ser nuevo implica vulnerabilidad pero también es la oportunidad de crecer.
En el patio de entrada había una estatua resguardada por un gran muro de losetas rojas. A sus pies un letrero que decía:
“En todo amar y servir”.
Lo tomé como un mensaje de bienvenida.
Todos fueron aceptados.
Este era nuestro nuevo hogar.
En poco tiempo nos fuimos adaptando a sus patios, al amarillo institucional, a salones numerosos y al horario vespertino.
Empezamos a dominar el lenguaje coloquial:
La cueva, las pérgolas, las cascaritas, la cafe, la pausa, lo laboral, lo rural y lo social.
Descubrí un hermoso pájaro rojo que habita los jardines en casa de los padres. Estoy segura que es el buen Espíritu que viene y va al compás de quien lo necesita.
Al paso del tiempo aprendí a disfrutar del clima, tan cálido como su gente.
Valoré la sombra del mezquite. Refugio de aves y campesinos.
Mi hijo mayor al terminar su año escolar dijo:
-¡Cómo no llegué antes!
Mi hija sumó nuevos amores.
El menor de todos, ha vivido aquí más que en ningún lugar. Dejó de ser forastero hace mucho tiempo.
El hombre de la estatua es Ignacio de Loyola.
Agradezco su legado espiritual y educativo.
Estudié la historia de la Compañía, conocí a Jesús hombre, amoroso y cercano.
Sumé la palabra discernimiento a mi vocabulario.
Me atrevo a decir que esta es también mi escuela.
Estamos a pocos días de decir adiós a los patios de juego, a la puntual campana, a la infancia, a maestros entrañables y a los queridos jesuitas.
¿Daremos fruto?
¿Seremos hombres y mujeres para los demás?
¿El Magis alimentará nuestros corazones?
Que así sea.
En el último minuto todos gritan: ¡Soy de sexto y ya me voy!
Pero no es verdad. Algo de nosotros permanece. Se suma a la energía del lugar.
Y la “Lux” nos acompaña al siguiente patio de la vida.
7 comentarios
Añade el tuyo →Una vez lux se es lux para siempre. Que bonito texto de “despedida” Adry, me hace recordar todo lo que amo del Lux y que por las situaciones diarias y a veces complejas, olvido . Gracias.
Cuánta nostalgia y cuánto aprendizaje!
Que alegría coincidir contigo en esos patios!!
Me encantó, me sacaste una lágrima.
Una vez Lux, Lux para siempre.
Me hiciste llorar, yo tengo mucho que agradecer al instituto, tanto nos ha regalado.
Gracias por compartir este texto Adry. Te quiero!
Siempre Jesuita, pasaron tantos y tan queridos. Lo jesuita y lo que vives y viven tus hijos se queda en el corazon. Y te reúne con gente similar como ustedes. En busqueda y en constante cambio. Me hiciste irme a mis años de prepa tan disfrutados.
¡Ay Adry! Me sacaste las lágrimas. Definitivamente también fue nuestra escuela. Aprendí mucho en su comunidad. Seguramente mi hijo hoy no siente tanto este desprendimiento por la emoción de la nueva vida pero yo, en silencio, vivo un duelo, decir adiós no es fácil cuando algo formó parte tan protagónica en la formación de mi hijo, de mi familia.
UNA VEZ LUX SIEMPRE LUX
Hermoso escrito como el corazón hermoso de la escritora.
Me encantó!
Mi querida Adry, hermoso mensaje. Nosotros somos una familia Lux de 4 generaciones.
Mi papá, que todavía vive, mis hermanos y yo. Mis hijos y ahora mis nietos. Así que esta es la mayor prueba de lo q queremos al Lux y de todo lo que ha significado en nuestras vidas. Gracias por decir con tan bellas palabras, lo que yo no sé decir, pero el sentimiento es el mismo.