Había una vez un papá, una mamá y un bebé. El día era soleado, no les apetecía estar en casa así que salieron a dar una vuelta.
Comieron helado, le arrojaron comida a los patos del estanque, empujaron al hijo en los columpios, se subieron al sube y baja y le hicieron avioncito al niño. Las carcajadas de los tres inundaban el parque.
Pasaron las horas, el hambre se apoderó de ellos. La mamá no quería regresar a la casa a cocinar, en fin de semana menos, el papá quería ver el partido en una tele grande y el bebé quería sopita, así que entraron a un restaurante.
En la mesa en que se sentaron había tres sillas, una para cada uno pero el hijo no alcanzaba la mesa. Entonces el papá exigió justicia para su hijo, no era suficiente con que tuviera una silla sino que debía de alcanzar la mesa y comer con la misma comodidad que ellos.
El mesero no lo comprendía, él les estaba ofreciendo lo mismo a cada uno: una mesa con sillas. Entonces la mamá le explicó que aunque había igualdad en su actuar no estaba siendo equitativo porque no tomaba en cuenta las desventajas del crío, al no contar con la estatura de un adulto no podía hacer uso correcto de la mesa.
El mesero, cabizbajo, se fue a conseguir una periquera. El niño dejó de llorar y sonrió al sentirse incluido a la misma altura de sus papás.
La familia comió en paz, celebraron los goles y disfrutaron de una tarde diferente.
El mesero, ya en su casa, meditó sobre aquella extraña situación que le había sucedido, nunca ningún cliente le había hecho sentir así. Entendió que muchas veces creemos que estamos tratando con igualdad a las personas por ofrecerles las mismas posibilidades, la misma oportunidad o el mismo derecho pero en realidad nunca alcanzaremos esto sino tomamos en cuenta las desventajas, discapacidades y limitantes del individuo.
Si a los niños, históricamente hablando, nunca se les ha dado la oportunidad de sentarse a la mesa pero de un momento a otro se les otorga este derecho, se debe de dar herramientas extras para que puedan realmente aprovechar la experiencia de sentarse a la par de los adultos.
Cualquier grupo minoritario o segregado debe de ser visto con equidad para llegar a la igualdad.