—¿Cómo te fue?
—No sé.
—¿Cómo que no sabes?
—Me fue raro.
—¿Raro? ¿Cómo raro?
—Pues raro, me fue raro.
—¿Pudiste ver las cámaras de seguridad?
—Sí.
—Entonces ¿Qué viste? ¿Viste el coche?.
—Sí, ví el coche, estaba estacionado en el lugar donde siempre lo dejo.
—¿Y? ¿Qué más viste? ¿Quién se llevó nuestro carcanchita?.
—Ví el coche, adelante estaba estacionada una camioneta, atrás un taxi, de rato se va la camioneta, se queda el espacio vacío durante media hora, raro, ya sabes que en esta colonia y a esa hora nos peleamos los lugares de estacionamiento. Llegó un vochito y se quedó en el lugar de la camioneta, lo manejaba un chamaco creo que era el novio de la hija de doña Xóchitl, el muy tarugo le dio un “besito” a nuestro coche, se bajó, le da una sobadita en la defensa, como si con eso se le quitara el golpe. ¡Pendejo!
Pasaron quince minutos, baja con su novia, iban de la mano, le abre la puerta, él entra por la puerta del chofer, se empezaron a besar, los besos escalaron a faje, estaban a beso y beso y manos por aquí, por allá, por todos lados, después se fueron. Llegó el vecino del edificio de enfrente, el que tiene el “tsurito”, el taxi seguía ahí, se me hizo raro, ningún vecino maneja taxi.
Después ví pasar a Joel tambaléandose, a duras penas subió los escalones, no encontró sus llaves, tocó el timbre de su depa, Paty le abrió después de media hora.
A las doce regresó el vochito, la hija de doña Xóchitl se bajó y azotó la puerta, el vochito arrancó.
Una mujer que no conozco, salió del edifició de enfrente, voltea para un lado y para otro, cruza la calle, busca algo en su bolsa, saca unas llaves, abre el tsurito. Su cara se me hace conocida: ¡Era el vecino vestido de mujer!
Cerca de las cinco, te ví, abriste la puerta del edificio, quitaste la alarma del coche, lo prendiste y te fuiste. Pasó una hora, regresaste caminando, mandaste un beso a la cámara y entraste al edificio. ¡Estabas sonámbulo otra vez! Así que dime: ¿En dónde chingados dejaste el coche?
