Paralelos II • Miranda

Bañé a las gemelas muy temprano. Usé ese jabón que crea burbujas redonditas que ellas revientan en la bañera. Sus cabellos chinitos. Igualitas a ti. Mis niñas bellas. Disfruto mucho este momento.

Estos días se ha sentido mucho calor, así que empezar el fin de semana con un desayuno ligero y niñas frescas, es mi mejor opción para no salir tan tarde.

Muchas veces no tengo ganas de salir. Pero prometí llevarlas a comer gelato de los portales. Luciana les inventa juegos de palabras, les cuenta historias de su tierra en Italia y les regala cuadernitos para dibujar. La visita se ha vuelto obligatoria cada sábado y, con sinceridad, me son indispensables estos minutos de relajación después del ajetreo de la semana: trabajo, escuelita, las vueltas del día.

Me siento en la mesita mientras las niñas juegan con Luciana. Siento tu caricia. Te veo en ellas y te digo cuanto te amo. Suspiro. Ahí estás con esos ojos brillosos, a punto de llorar cómo cuando besabas mi vientre. Ya cumplieron cinco años. Te susurro en secreto que tengo miedo, que el tiempo no me alcanza, que solo deseo que ellas crezcan felices. 

El sonido del rebote del balón me regresa al presente. Las gemelas también son impacientes como tú. Se terminaron el gelato tan rápido porque quieren irse al parque. Salen corriendo. 

Las persigo hasta el parque. Me voltean a ver. Las dos mueven sus manitas para saludarme. A veces noto una mirada diferente en ellas. Te cuento: creo que si lo estoy logrando, en este momento se ven radiantes.

Estoy segura que hoy me dejarán agotada.

Es hora de volver a casa. Este espacio se llena de vida con sus risas. No hay sonido más hermoso que las dos cantando y riendo. Me siento en tu sillón favorito. Subo mis pies. Les comparto que cuando estaban en mi panza no podía verlos porque me tenían como una burbuja enorme. Recuerdo tus masajes para descansar mis pies hinchados. Sentados aquí en el sillón cantábamos para ellas. Les digo que las amas desde siempre.

Aún puedo verte en el jardín, subiendo al coche después de acariciar mi mejilla y decirme que no tardas. 

De pronto me asalta la pesadilla de cada noche.

La llamada.

El accidente.

Tu ausencia.


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