Las elecciones de Rubén

—Hola, Hada Martina.
—Hola, Rubén.
—¿Me haces un favor?
—¿Qué deseas, Rubén?
—Ya no quiero ser Rubén-humano. —¿Por qué, Rubén?
—Los humanos traicionan. Es muy doloroso.
—¡Ah! Y ahora, ¿qué quieres ser?
—Cualquier animal, no sé cuál, pero ya no quiero ser un humano. Los animales son fieles, las personas fallan y no saben amar. —¿Seguro, Rubén?
—Sí, ya no quiero ser humano. Hay que trabajar, pensar, resolver problemas, y eso es muy complicado. Todo el día tengo que elegir cosas, no me quiero equivocar y lastimar a alguien.
—Muy bien —dijo el Hada— ¿Qué animal quieres ser?
—No lo sé.
—Haremos lo siguiente. Escogerás un animal y serás ese animal por un día. A la mañana siguiente me dirás si ya te quedas así o si quieres ser otro animal. Sólo puedes escoger tres veces. Al cuarto día darás tu opción final y te quedarás así por siempre.
Rubén que siempre había querido volar, sin pensar mucho dijo:
—Águila, quiero ser águila.
El Hada Martina sopló, y él en águila se convirtió.
El águila Rubén extendió sus alas y voló y voló. El águila Rubén se admiró de lo bien que sus ojos veían. Gran parte del día observó el sol. Voló sobre unas palomas que felizmente platicaban en un vuelo relajado. Y él sin poder contenerse, se lanzó en picada y pescó entre sus patas a una inocente paloma, para después devorarla sin poder parar.

Al día siguiente, el águila Rubén se presentó frente al Hada Martina. —¿Cómo te fue, Rubén?
—Mal, muy mal.
—¿No te gustó volar?
—Volar es maravilloso, mas no me pude contener y una paloma devoré. Águila no quiero ser.
—¿Y ahora, qué quieres ser?
Rubén que siempre había querido ir al fondo del mar, sin pensar mucho dijo:
—Tiburón. Quiero ser un tiburón.
El Hada Martina sopló y él en tiburón se convirtió.
El tiburón Rubén movió sus aletas y nadó y nadó. El tiburón Rubén admiró sus enormes colmillos. Gran parte del día se sumergió hasta el fondo del mar. Nadó sobre muchos pececitos que felizmente platicaban relajados. Y él, sin poder contenerse, se abalanzó silenciosamente y pescó entre sus mandíbulas a decenas de peces, para después devorarlos sin poder parar.

Al día siguiente, el tiburón Rubén se presento frente al Hada Martina. —¿Cómo te fue, Rubén?
—Mal, muy mal
—¿No te gustó nadar?
—Nadar es maravilloso, más no me pude contener y decenas de peces devoré. Tiburón no quiero ser.
—¿Y ahora, qué quieres ser?
Rubén que siempre había querido ser grande y fuerte, sin pensar mucho dijo: —León. Quiero ser un león.
El Hada Martina sopló y él en león se convirtió.
El león Rubén movió sus patas y corrió y corrió. El león Rubén se admiró de sus grandes garras. Gran parte del día atravesó parajes y montañas. Corrió al lado de muchas cebras que felizmente pastaban relajadas. Y él sin poder contenerse, se abalanzó con un fuerte gruñido sobre aquella cebra muerta que le trajo una leona, y la devoró sin parar.

Al día siguiente, Rubén león se presentó frente al Hada Martina. —¿Cómo te fue, Rubén?
—Mal, muy mal.
—No te gustó ser grande y fuerte?
—Ser grande y fuerte es maravilloso, mas no me pude contener y una cebra devoré. León no quiero ser.
—¿Y entonces, qué quieres ser?
—Humano otra vez.
—¿Cansado ya no estarás de tener que elegir y humano ser?
—Quiero elegir qué comer y qué hacer. Quien se quede conmigo, aunque me equivoque, será quien de verdad me quiera.
El Hada Martina muy feliz lo abrazó y Rubén humano se quedó.

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