Confesión de una viajera

En el 2000 quería viajar por el mundo, deseaba cruzar el Atlántico, pasear por las calles de Barcelona, caminar y caminar por la Gran Muralla china sin terminar de recorrerla. ¿Sabías que mide 21 000 kilómetros? O sea, ¡casi el doble del diámetro de la Tierra! Antes se creía que solo medía 8 000, por lo deteriorada que está. Quería maravillarme con la Catedral de San Basilio en Moscú, de la que se cuenta que fue construida en 1554 por órdenes de Iván el Terrible; su nombre original era Catedral del Manto de la Virgen, y varias veces se ha salvado de ser demolida. Terminar el viaje custodiando solemnemente el Palacio de Buckingham. ¿Sabías que la reina Isabel ha sobrevivido a siete papas y 12 primeros ministros? Veremos si le sobrevive a Chabelo.

Conforme transcurrían los años esta lista se hacía más larga, tanto que me era imposible planear un viaje; ¡no sabía por dónde empezar! Para mi sorpresa, desde 2007 se ha ido acortando. ¡Qué maravilla conocer NY! En el MOMA vi por primera vez La noche estrellada, de Van Gogh, y Las señoritas de Avignon, de Picasso. ¡Me hicieron estremecer! Claro que la Estatua de la Libertad impresiona con su historia y sus paisajes.

¡Cómo hay lugares que vibran de manera distinta! Estambul es uno de ellos; pude sentir una hipnótica atracción en el monumento de Santa Sofía, que ha sido además basílica, mezquita, museo y patrimonio de la Unesco en menos de 1 500 años. También regateé con los mercaderes en el Gran Bazar mientras me tomaba un café turco. Escuché los rezos en las calles y fui testigo del frenar de la gente para dedicar unos minutos a orar; tanto es de admirarse que me sentí obligada también a agradecerle a su dios… nuestro Dios.

Y así podría seguir con todos los países y lugares que he conocido, pero no quiero pecar de presumida. Lo que sí quiero confesar es que, sin que ustedes lo sepan, he sido un polizón en su equipaje; así que gracias a todos mis contactos de Facebook e Instagram, porque desde que soy miembro de estas redes sociales he podido conocer lugares inimaginables desde la comodidad de mi hogar. Sin que ustedes lo sepan, me emociono con cada momento que capturan y vuelven inmortal.

Quiero aprovechar para pedirles un favor: nunca dejen de publicar sus viajes y sus paseos. Cuando van a la playa, disfruto el mar y la arena con ustedes; si visitan un lugar arqueológico, me maravillan con la historia; cuando suben montañas o exploran selvas, me siento parte de la aventura. Así que, por favor, sigan llevándome con ustedes de vacaciones, que no me daré por desentendida y, cuando sea mi turno de viajar, en recompensa los llevaré conmigo.